DEPRESIÓN Y SUEÑOS. UN SUEÑO ARQUETÍPICO.



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Resumen. Con el presente artículo reflexionaremos acerca de lo que Jung llamó sueños arquetípicos, así como de su impacto en la consciencia a partir del relato que el filósofo y humanista László Földenyi nos ofrece en su libro “Goya y el abismo del alma”. En este nos cuenta como un sueño que conmocionó su consciencia le sacó de lo que ya era un incipiente estado depresivo, así como también probablemente relacionado con una crisis de mediana edad. El análisis de este sueño y de sus escenas nos permitirá observar las características de este tipo de sueño que, precisamente, suelen aparecer en momentos crisis. Podremos ir describiendo la manifestación del Sí-mismo a través de distintas representaciones arquetípicas, la cualidad numinosa de este tipo de sueños, así como el mecanismo de compensación, fundamental para entender el factor de re-equilibrio psíquico que proporcionan al intentar compensar una tendencia de la consciencia excesivamente hipertrofiada.

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 1. Introducción.

 

Hay sueños que, en ocasiones, basta con el simple impacto que causan en la consciencia del soñante para que este note cambios en su estado psíquico desde el primer momento. El caso que os presento en este artículo es narrado por el filósofo László Földenyi en su libro Goya y el abismo del alma. Observemos como empieza su comentario: 


Existen conmociones de muchos tipos. En esta ocasión hablaré de un sueño que impacto mi vida como si lo hubiera enviado un poder ajeno a mí. No sé quién sería ni qué objetivo tendría: ¿advertirme, castigarme, purificarme? El sueño me alteró y durante mucho tiempo no me dejó tranquilo. Me sentía desconcertado, no sabía que interpretación darle; solo me calme cuando se aplacaron las circunstancias de mi vida bajo cuyo pesó me alcanzó e invadió aquel sueño. Sobre este no puedo hablar sin referirme a la vida que llevaba entonces. Y a medida que se dilucidaba su significado, me veía obligado a admitir que no solo el sueño es estampa del día, sino que también el sueño lo es del día. [1]


Vemos aquí reflejados tres elementos característicos de los sueños: su cualidad de impacto en la consciencia, incluso aunque inicialmente no comprendamos su significado; la sensación de que el sueño llega de un poder ajeno a uno mismo, lo cual lo podemos contemplar desde el concepto de Self o Sí-mismo postulado por Jung como el arquetipo regulador de la psique y, en relación a esto, también como el artífice de los sueños; y el tercer elemento es la relación del sueño con el presente del soñante y, como dice Földenyi, de este presente con el sueño.


Por otro lado, ¿a qué cuestiones o circunstancias de su vida se refiere Földenyi con los que parece relacionar el sueño? Hay que destacar que esas circunstancias están relacionadas con el efecto perturbador que causó en el filósofo un trabajo que había decidido realizar acerca del Saturno De Goya. Su impacto, y los efectos que la causaron, le llevaron al borde una depresión. Y así nos describe su estado:

Tras varias semanas de desconcierto, no me sorprendió ver que algo se resistía en mi interior. Ese algo eligió la forma del sueño: no me permitía despertar. Me acostaba cada vez más temprano y me despertaba cada día más tarde; siempre tenía más ganas de dormir. El sueño no resultaba reparador, todo lo contrario: al despertarme me costaba mantener la concentración; y si por la calle parecía que caminaba con rapidez y ligereza, en mi interior sentía como si fuera arrastrando los pies. Trataba de llegar a casa lo antes posible, la mayoría de las veces para echarme en cama. Me sentía enfermo.


Pensé que todo ello se debía a una decisión equivocada: había emprendido un trabajo que superaba mis fuerzas y que me impedía avanzar. Hubo días en que, con la mente muy clara, decidí renunciar, dejar de atormentarme. Pero la sensación de alivio sólo me animaba unos instantes; luego volvía a sentirme débil. Entonces vi con claridad que no se trataba de Goya ni Saturno, si no de la falta de equilibrio interno; de la contrario no me refugiaría constantemente en el sueño. [2]


Vemos claramente, en esta descripción, los síntomas de una incipiente depresión, y que, como nos dice Földenyi "fue en el fondo de aquel túnel donde surgió de pronto el sueño que me ayudó a salir del bache." [3] El sueño parte de una zona de Berlín por la que el filósofo solía pasar hasta llegar al kurfürstenbrücke, un puente renacentista en el que el sueño continua de la siguiente manera:


(1) Me detuve en este puente, como había hecho tantas otras veces, para ver pasar los trenes. Ahora también veía las vías, pero estaban cubiertas de agua, ya que por debajo del puente fluía un pequeño riachuelo. A primera vista percibí infinidad de destellos plateados: eran peces minúsculos que nadaban por el rio en cantidades enormes y cuyo cuerpo reflejaba el brillo del sol. Abajo, en el arroyo, la gente cruzaba de una orilla a la otra; el agua estaba tan baja que no era necesario subir al puente; sólo tenían que remangarse los pantalones hasta la rodilla y, pisando sobre los raíles o piedras, llegaban sin dificultad a la orilla opuesta. Me tranquilizaba ver aquello, aunque no se me ocurrió bajar. Me daba la sensación de que todo estaba en perfecto orden.


(2) De pronto una oscura sombra perturbó el panorama. Pasó sobre el fondo del agua como si fuera la sombra de un avión o de algún objeto que flotara en el aire. Cruzó el agua varias veces y luego desapareció. De repente comprendí que no se trataba de una sombra: la mancha oscura era un cuerpo, un cuerpo bastante voluminoso y de unos diez metros de longitud. Luego percibí con nitidez que también era un animal acuático, semejante a una ballena: tenía la piel parda y rugosa y sostenía la cabeza como si quisiera ignorarlo todo. La ballena pasaba sin esfuerzo por debajo del puente: aunque el agua era muy poco profunda, no tenía dificultades para navegar. A mi tampoco me sorprendió; al principio no me pregunté de dónde había salido ese animal, si no que pensé que debía advertir a los transeúntes que cruzaban el río. Enseguida me di cuenta de que sobraba el aviso: la ballena nadaba tranquilamente entre ellos sin hacerles ningún caso, al igual que la gente tampoco reparaba en ella. Parecería que todo el mundo considerara normal aquella situación, Solo a mi me resultaba incomprensible y antinatural.


(3) De pronto empezó a crecer el cuerpo. Se ensanchó y alargó tanto que al final no cabía bajo el puente. Entonces se alejó, y cuando estaba a unos cincuenta metros, emergió del agua. El animal se irguió, dejando solamente la cola dentro del agua. Parecía una enorme torre. Yo veía su lomo, la piel gruesa, gris y áspera, como una roca expuesta a las inclemencias del tiempo durante millones de años. Sin embargo, en el siguiente instante el animal volvió la cabeza, como si tuviera cuello, y miró donde yo estaba. Mejor dicho, me miró a mí: clavó los ojos en mi figura. Me observaba como si supiera que yo tenía que estar allí, en aquel puente. Sus enormes ojos me miraban con tanta insistencia que sentí que aquel animal pretendía comunicarme algo con su mirada. Supuse que yo no le resultaba indiferente, ya que antes no había hecho caso a nadie, y ahora, al emerger del agua me había elegido precisamente a mi, como si nos vinculara algún enigma secreto. Al principio tenía un miedo atroz: su mirada me petrificaba. Temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme.


[…] Sabía que no podía huir […] que no podía esconderme; ya no podría existir sin él. Temblaba de miedo y, no obstante, esperaba que sucediera algo. Sin embargo, el animal no se movió. Seguía observándome, apoyado en la cola; tenía una expresión algo triste, pero también cálida. Me miraba como un adulto al niño que le encomiendan y al que además quiere: con amor, atención y melancolía. Mi ansiedad disminuyó y, al cabo de un rato, no sentí más que curiosidad.


Poco después el animal se movió. Manteniendo la vista fija en mí, dio algunos coletazos y comenzó a alejarse. Luego, inesperadamente desapareció […] y me quedé en el puente con la sensación de estar solo. Miré hacia abajo, pero en el agua no había nadie: la gente y los peces habían desaparecido. [4]


2. El sueño y su dimensión arquetípica.


Varios elementos del sueño nos indican que estamos ante lo que Jung llamó sueño arquetípico, sueños que llegan desde esa matriz más profunda que es el inconsciente colectivo, y que se caracterizan por la claridad con la que se manifiestan a la consciencia, así como por la presencia de imágenes que impactan profundamente al soñante, como es el caso de la ballena del sueño de Földenyi y de su mirada, imagen que también definimos como representaciones arquetípicas. Otra de las características de los sueños arquetípicos es que aparecen en momentos de crisis, como es el caso presente. Dice Mary-Ann Mattoon:


La experiencia de Jung indicaba que suelen producirse en coyunturas importantes de la vida de una persona; por ejemplo, durante la primera infancia, especialmente de los tres a los seis años; en la pubertad, al comienzo de la adultez, el principio de la segunda mitad de la vida (de los treinta y cinco a los cuarenta años), en el climaterio, antes de la muerte, y en otros momentos de crisis. Los sueños arquetípicos son también característicos del proceso de individuación, en especial durante la segunda mitad de la vida. [5]


Más allá del impacto que provocaron en el soñante, como queda reflejado en sus palabras al ver en él “un sueño que impactó mi vida como si lo hubiera enviado un poder ajeno a mí”, tres imágenes de cada una de sus escenas nos hablan de su dimensión arquetípica


En la escena 1 vemos la siguiente imagen: “A primera vista percibí infinidad de destellos plateados: eran peces minúsculos que nadaban por el río en cantidades enormes y cuyo cuerpo reflejaba el brillo del sol" (ver nota 1). Efectivamente, una de las clásicas imágenes representaciones arquetípicas del Sí-mismo (el centro regulador de la psique) es el sol, estrella centro de nuestro Sistema Solar, desde el cual emana la luz que es fundamental para la vida. De la misma manera, el Sí-mismo, o arquetipo del Sí-mismo, es el centro regulador de la psique que nos orienta a su integración en el proceso o principio que Jung llamó individuación. En el sueño, vemos como sus rayos se reflejan en multitud de pequeños peces dotándoles de esos destellos plateados como refiere Földenyi. Es decir, el Sí-mismo ilumina contenidos que se hallan bajo el agua - bajo el inconsciente colectivo -. El significado de los peces lo veremos más adelante en el análisis de esta escena.


En la escena 2 surge la ballena, obviamente como una representación arquetípica clásica del falo cómo desarrollaremos posteriormente. No obstante, y además del impacto profundo de su imagen, en especial cuando crece espectacularmente, vemos como Földényi lo describe como proveniente de una dimensión remota: “veía su lomo, la piel gruesa, gris y áspera, como una roca expuesta a las inclemencias del tiempo durante millones de años." En algunas descripciones de imágenes arquetípicas se produce esta sensación de estar ante una presencia que parece muy antigua, o incluso más allá del tiempo.


En la escena 3, y finalmente, nos encontramos con la mirada de la ballena ("clavó los ojos en mi mirada"). La relación de los ojos con la mirada tiene que ver con "el ver", es decir, con la mirada que descubre o revela, que también comunica y penetra:


El ojo recibe y emite luz, mira hacia afuera y hacia dentro, es el espejo del alma y una ventana al mundo, revelando y percibiendo, viendo el trasfondo de las cosas y la verdad de ellas [...] El ojo ilumina, comprende, expresa, protege, abrasa y mira. Sentimos que nos conocen de verdad por la forma en la que el otro demuestra que nos ve. [6]


En este sentido podemos observar que la primera impresión del soñante ante la mirada de la ballena, como ante su gigantesco tamaño son, como se desprende en muchas ocasiones de las representaciones arquetípicas, una presencia, y en este caso, una mirada numinosa: "Al principio tenía un miedo atroz: su mirada me petrificaba. Temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme [...] Sabía que no podía huir [...] que no podía esconderme; ya no podría existir sin él. Temblaba de miedo y, no obstante, esperaba que sucediera algo."


Estas tres imágenes o representaciones arquetípicas. unidas a este sentimiento numinoso de estar en presencia de "algo grande", y que además provoca en el soñante el característico sentimiento de criatura ante el numen ("temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme"), denotan con claridad que nos hallamos ante un sueño arquetípico.


3. Análisis de la primera escena.


El análisis de los símbolos implícitos en el sueño los tenemos que ver en función del argumento de la escena.


El primer elemento a destacar es el puente, cuyo simbolismo está claramente relacionado con el pasaje que une dos lados opuestos por algún obstáculo. Sin embargo, en el sueño el puente no sólo aparece relacionado con el pasaje, sino también como lugar de observación. Desde él, el soñante observa una extraña escena: gente cruzando por un río de poca profundidad en el que se ven multitud de pequeños peces que brillan con destellos plateados al reflejar la luz del sol. Un análisis de esta escena nos permite observar lo siguiente:


1) Que hay un contraste que el sueño muestra entre cruzar el puente o cruzar por las aguas, como parece hacer la mayoría de la gente, poniendo de relieve que quizá ocurre algo con el soñante que se refugia en la aparente seguridad del puente, antes que hacer como hacen los personajes que atraviesan las aguas poco profundas del río.


En muchos sueños el agua aparece relacionada con la dimensión inconsciente de la psique y sus contenidos. En algunas de sus representaciones solemos observar las actitudes reservadas o temerosas del soñante en relación a ellas. Veamos algunos ejemplos en las siguientes escenas de algunos sueños:


Ejemplo 1. "Sigo a un hombre que corre hacia la orilla de un lago. Conforme avanzamos hacia él veo gente que se está mojando los pies, algunos incluso hasta la pantorrilla. El hombre al que sigo también lo hace. Yo me paro y me quedo observando, y no hago como los demás pues temo que en sus aguas pueda haber parásitos invisibles."


Ejemplo 2. "Estoy en casa cuando de repente noto que el sueño está húmedo. Al mirarlo veo que hay una fina película de agua. Me asusto y subo encima de una silla. Luego me doy cuenta de que ya no es una fina película de agua sino que hay mucha más de la que creía, y que está a punto de alcanzar mis pies en la silla, ahora desnudos. Tengo una fuerte sensación de ansiedad.


Veamos ahora otro ejemplo en el que se pone de manifiesto el temor a los contenidos de las aguas:


Ejemplo 3. "Estoy en una habitación que da directamente al agua de un mar, lago o un gran río. Veo como de él sobresale el dorso de un cocodrilo. Lo observo atentamente y entonces busco a mi alrededor una piedrecita que tirarle. Encuentro la piedrecita y se la lanzo. Después de unos instantes el cocodrilo se mueve y empieza a hacerse más evidente. Luego veo como surge una enorme cabeza. La bestia se dirige hacia mi y yo huyo corriendo.


2) La presencia de los peces minúsculos nos pone en relación con la simbología del pez. Como indicaba en mi libro "Las relaciones del yo con el Sí-mismo" acerca de un sueño donde también aparecían peces "entre la distintas simbologías que envuelven la imagen del pez, y para el caso que analizamos, destaco aquella que lo relaciona con la vida y la fertilidad, y también, como se observa en las mitologías mesoamericanas, es un símbolo fálico asociado al dios del maíz. Es también un atributo de los dioses y diosas del amor. Dentro del cristianismo el pez adquirió también un notable significado como símbolo de Cristo, como testimonian los numerosos monumentos en los que aparece. Visto así, podemos ver que el pez, por un lado, se relaciona con el amar la vida, el falo y la fecundidad, mientras que por otro, como Jung señaló, y a través de Cristo, es un símbolo también del Sí-mismo."[7]


Esta relación del pez con el Sí-mismo aparece a través del sol y los destellos que sus rayos provocan al reflejarse sobre cada uno de la multitud de los pequeños peces. Una clara relación entre el inconsciente colectivo (y el arquetipo del Sí-mismo) y las psique particulares de cada individuo (la multitud de pequeños peces). Una perfecta escenificación del concepto desarrollado por el analista junguiano Edward Edinger [8] como el eje que une el Sí-mismo con centro de la totalidad con el yo como centro de la consciencia. Esta relación del yo, lo individual, con el Sí-mismo, lo inconsciente colectivo, es lo que hace decir a Földenyi que el sueño parece llegado de un poder superior.


Por otro lado, la depresión, en ese sentido, puede considerarse como consecuencia de la alienación, es decir, la rotura del eje que une el Sí-mismo con el yo "lo que deriva en desorientación, desesperación, depresión y, en ocasiones, violencia. El yo alienado vaga por una especie de limbo sin sentido ni objetivo"[9]


Esta rotura del eje yo-(Sí-mismo), es lo que nos representa el alejamiento del soñante en el puente en relación con los personajes que lo atraviesan mojándose las pantorrillas. Es decir, para recuperar el eje yo-(Sí-mismo) es necesario "mojarse" en las aguas del inconsciente, algo que nuestro soñante esta evitando. Este, al final del sueño, acaba diciendo: "Me tranquilizaba ver todo aquello, aunque no se me ocurrió bajar. Me daba la sensación de que todo estaba en perfecto orden." Pero es evidente que este no es el orden que necesita nuestro soñante, como pronto el sueño le mostrará. Este parece decirle que para pasar de un lado al otro, el puente no es el mejor lugar, se requiere atravesar el río.


4. Análisis de la segunda escena.


La segunda escena se caracteriza esencialmente por el surgimiento en el río de una ballena, primero como una sombra, luego haciéndose más nítida. Es importante destacar la frase final de esta escena en relación a la cuestión del orden que veíamos al final de la primera. En esta segunda el orden se rompe, y Földenyi nos dice: "Parecería que todo el mundo considerara normal aquella situación. Solo a mi me resultaba incomprensible y antinatural".

Vemos en esta escena el inicio de una de las funciones principales de los sueños que Jung describió, la función de compensación:

Puesto que el sentido de la mayoría de los sueños no coincide con las tendencias de la consciencia, sino que presenta discrepancias muy singulares, tenemos que suponer que lo inconsciente, la matriz de los sueños, tiene una función independiente. A esto lo denomino autonomía de lo inconsciente. El sueño no solo obedece a nuestro voluntad, sino que a menudo contrasta incluso fuertemente con las intenciones de la consciencia. Este contraste, sin embargo, no siempre es tan acusado; a veces el sueño puede también desviarse solo un poco de la actitud o tendencia consciente y hacer algunas modificaciones; y en ocasiones puede incluso coincidir con el contenido y la tendencia de la consciencia. Para formular este comportamiento solo se me ocurrió como posible concepto el de compensación, el único que me parece capaz de sintetizar razonablemente todos los comportamientos del sueño. La compensación ha de ser rigurosamente diferenciada de la complementariedad. El complemento es un concepto demasiado limitado y limitativo que no basta para explicar adecuadamente la función del sueño, ya que destina una relación complementaria, por así decir, obligada. La compensación, por el contrario, como su propio nombre indica, es una confrontación y comparación de diferentes datos o puntos de vista a través de los cuales surge un equilibrio y rectificación. [10] 

Efectivamente, de repente aparece una gran sombra, más tarde identificada con una ballena que contrasta claramente con los pequeños peces que hasta ese momento se veían en el río. Y es desde esa perspectiva que podemos comprender la simbología de la ballena en relación al sueño del paciente: la compensación pone énfasis en el contraste que se opone a lo que podemos suponer la actitud del soñante en su consciencia. Este contraste pondría énfasis en lo que era una excesiva actitud intelectual y racional centrada en el yo, a la que se tendría que oponer un centro de consciencia que se desplace hacia una actitud más vital y experiencial centrada en el Sí-mismo. Posiblemente, este desplazamiento hacia una actitud más vital es lo que le parece al soñante como algo más "incomprensible y antinatural".

5. Análisis de la tercera escena.

La tercera escena se caracteriza por un mayor énfasis en la compensación y en los ojos de la ballena y su mirada:

1) En relación a la compensación, hay que destacar que el aumento que se registra en esta escena se caracteriza  por un crecimiento desmedido de la ballena que se yergue dejando sólo su cola en el interior del agua: "Parecía una enorme torre." Creo que es importante indicar que este aumento de la compensación, que pasa porque la ballena además se yerga, hace pensar en el símbolo del falo (del que el pez, como vimos, también participa), como podemos observar en la imagen adjunta más arriba. En este sentido, y dentro de la simbólica del falo, hay que destacar que esta se refiere esencialmente a tres dimensiones:

1.1) Una primera, de orden más clásico, que hace referencia al falo como potencia generadora e imagen de la masculinidad. En "Los sueños y psicoterapia Gestalt... y más allá" narré un sueño del analista junguiano Eugen Monick que hace referencia a esa dimensión y que también le aconteció en un momento de crisis:

 en su libro Phallos. Símbolo sagrado de la masculinidad, relata un sueño propio que le impactó profundamente en su juventud, justo en un momento de confusión. En este sueño aparecía un gran falo en el centro de un círculo de hombres desnudos tendidos en el suelo. Los hombres en círculo tenían los pies tocando el gran falo, mientras que una mano se posaba sobre el miembro erecto de su vecino. Dice entonces Monick que la doctora Esther Harding – su analista, y primera analista junguiana de los Estados Unidos - le dijo preguntándole por la figura central:

"¿Era el falo de un hombre? "Ciertamente no - respondí -, "Era demasiado grande". ¿Era el falo de un gigante?, preguntó, "No, incluso para eso era demasiado grande." Bien, entonces señor Monick ¿de quién cree que era? [11]

Monick confiere entonces, a través del trabajo con su analista, una dimensión divina a ese falo, lo que implica considerarlo en su dimensión arquetípica, y así concluye lo siguiente: 

El sueño me presentó una imagen de presencia masculina y estabilidad, autoridad y virilidad, cuando mi ego había llegado a sus límites, cuando yo necesitaba ayuda [...] Mi sueño fálico no fue fundamentalmente erótico. Fue una imagen de vinculación masculina en torno a una imagen divina arquetípica de la virilidad. [12] [13]

1.2) Una segunda aproximación de carácter psicoanalítico, esencialmente propuesto por Lacan, ve al falo como el significante de la unión imposible.

1.3) Una tercera aproximación en la que el falo es el eje que une al yo como centro de identidad con el Sí-mismo como centro de totalidad.

Es importante ahora reflexionar sobre la relación entre el punto 1.2 y 1.3:

Para el psicoanálisis el falo es el significante de la unión imposible. Cuando lo que se busca es esa unión, que es de carácter fusional, el Sí-mismo es transformado por el buscador en "la cosa" (Das ding), es decir, la madre como objeto perdido. Por tanto, "la cosa" psicoanalítica es la proyección del Sí-mismo sobre la imagen materna como aquello que completa, que colma la falta, la carencia. Sin embargo, "la cosa", como madre primordial, es a la vez la madre terrible, madre devoradora, pues la unión con ella, el acceso a su reintegración, la fusión, significaría la pérdida de la identidad. Y, por otro lado, su acceso está también vedado por la represión a causa del tabú del incesto. La manera de sortear esa dimensión de lo terrible y del tabú, es el "objeto a", objeto definido por Lacan como causa del deseo, y que es siempre un objeto parcial, una parte del otro, o lo otro, a la que se atribuye esa posibilidad de completud sin que, por ello, la identidad se vea comprometida. 

Justamente, el Sí-mismo junguiano empieza cuando ya no hay búsqueda, cuando ya no hay objeto, cuando el Sí-mismo ya no es "la cosa" ni ningún objeto a. En ese momento, el falo deja de ser el significante de la unión imposible para pasar a contemplarse como el eje a través del cual el yo rota (o circunvala) alrededor del Sí-mismo que, desde ese momento, le guía en su camino hacia la individuación: la fusión es substituida por la individuación, la búsqueda (el perseguir) por el dejarse guiar, a la vez que se es consciente del misterio inaccesible del Sí-mismo. Como consecuencia de lo dicho, la pulsión de muerte, implícita en la relación del yo con "la cosa" y el "objeto a", es substituida por la realización del Sí-mismo como tendencia. El goce doloroso es substituido por la dicha contemplativa de la existencia. [14] 

La ballena gigantesca hace referencia a esa doble dimensión de fuerza y potencia unido a la recomposición del eje yo-(Sí-mismo) roto en la alienación del yo definida por el propio Földenyi con las características de un estado depresivo.

Quiero mostrar otro ejemplo de compensación de una escena de otro sueño, que también tiene como motivo a un animal, y que pone de relieve esa compensación de lo vital y la potencia (representado por unos búfalos que copulan) en relación a una actitud demasiado intelectual de su soñante, representado por una hiena:

"Miro entonces hacia esa dirección y contemplo majestuosa, impactante, una escena del mundo animal…A mi izquierda una gran hiena está devorando los restos de un animal… la derecha dos grandes búfalos están copulando… De repente estos empiezan a hacerse enormes, levantándose hacia el cielo y como precipitándose hacia nosotros… Yo siento una profunda angustia…”

2) La otra imagen que hay que atender es el ojo de la ballena y su mirada. De entrada, hay que indicar que en el plano simbólico hay una estrecha relación del ojo con el sol (así lo vinculamos con la primera escena). Si contemplamos la ballena erecta como una representación arquetípica del falo, su mirada alterna para el soñante entre su dimensión terrorífica y petrificada, como la mirada de la medusa, y esa mirada triste y compasiva que, como dice Földenyi: "Me miraba como un adulto al niño que le encomiendan y al que además quiere: con amor,natención y melancolía."

Estar alienado es estar alejado de la vida en todas sus dimensiones. Después de superar el terror a la mirada de la ballena llega el encuentro, la mirada que acoge y que ama, que cuida. Y así el sueño acaba mostrando algo que constituía una realidad de Földenyi en aquellos momentos: la soledad. Tras retirarse la ballena y desaparecer nos dice: "me quedé en el puente con la sensación de estar solo. Miré hacia abajo, pero en el agua no había nadie: la gente y los peces habían desaparecido."

Por último, quiero indicar que Földenyi realiza una asociación personal, a la que podemos entender como la vinculación de una imagen (ya individual, ya como relato) con aspectos reales de la vida del soñante, hagan referencia a la memoria, al conocimiento, a creencias o actitudes. El filósofo asoció la mirada de la ballena con la del Saturno de Goya:

Un día al contemplar el cuadro, me di cuenta de por qué me resultaba tan familiar la mirada de la ballena: me miraba con los mismos ojos que el gigante De Goya, en cuya mirada delirante y sedienta de sangre vi de pronto tristeza y calidez.[15]

Veamos con que precisión Földenyi nos describe ese alejamiento que propongo del Sí-mismo y que denomino alienación:

Sospechaba que me había acercado a algo. No se trataba De Goya ni de Saturno ni tampoco de la ballena, si no que gracias a esta había llegado a algo que debía estar muy cerca de mí, pero que yo había mantenido alejado a la fuerza. [16]

Más adelante continua: "Desde los ojos enormemente abiertos de la ballena me miraba y me llamaba ese desconocido superior de la consciencia"[17] Creo que queda claro el significado que une el Sí-mismo con la ballena como falo, y de los ojos y mirada de esta con el sol de la primera escena.

La mirada de la ballena es la recuperación de la conexión del eje yo-(Sí-mismo) que es también la conexión del yo con la vida, con aquello que Jung llamaba la Ley Natural:

Más que en nuestra consciencia, la esencia histórica de la psique se manifiesta en el sueño. En el sueño toman la palabra sus imágenes y sus impulsos, que proceden de una naturaleza muy primitiva. De ahí que mediante la asimilación de contenidos inconscientes reajustemos la vida consciente del momento a la ley natural, de la que se desvía fácilmente, con lo cual devolvemos al paciente a su propia ley natural. [18]

Por el contrario, tal y como escribo en un estudio que yo mismo realicé acerca de esta obra De Goya "la mirada de Saturno es la mirada de aquel que, como en un flash, es sorprendido, y que al sentirse sorprendido, en nuestro caso a la luz de la consciencia, de repente, [...] se percata del horror implícito en su acción, una acción antes ejecutada en la ignorancia de la oscuridad de la inconsciencia. Pero es más, a la luz de esa consciencia se dibuja que devorador y devorado son el mismo, es decir, que ambos forman parte de la misma alma"[19] 

Y más adelante añado:

La mirada de Saturno es aquella mirada de detrás del espejo que refleja la mirada sorprendida de aquel que delante del espejo ve revelada su alma como una alma escindida entre el verdugo y la víctima, donde contempla el terror que vive en su interior: no es la muerte la que devora la vida, si no la vida devenida cáncer por mor del odio dirigido hacia sí mismo y al mundo. Quizá la desesperación, el desencaje que se observa también en esa mirada nos muestra la desesperación final del melancólico que se precipita hacia ese abismo de la destrucción...[20]

La asociación de la mirada de la ballena con la mirada de Saturno permite al soñante conectar con esa mirada amorosa y atenta aunque, como dice Földenyi, también melancólica. Como dice el filósofo la ballena era el lado amable Saturno que pretende evitar su colapso. Saturno le mostraba la depresión como destino como consecuencia de su alienación. La ballena-falo es el mediador que pretende que el soñante no llegue a ese colapso reiniciando el camino de la reconexión:

... antes que mi alma hubiera acabado como la víctima de Saturno, intervino la ballena; y lo hizo en el momento en que la ansiedad estaba a punto de abatirme. Me tendió sus manos invisibles para guiarme. [21]

El resultado fue, como nos cuenta Földenyi, que el efecto de este sueño, y aun sin comprender muy bien su significado, tuvo para él un efecto liberador que le liberó del exceso de la sujeción del yo a la razón, para ponerle en contacto con otras fuerzas que están más allá de ella, fuerzas que no se controlan ni se manejan a voluntad del yo. Al contrario, son fuerzas, como la del sueño mismo, a las que el yo deba aceptar someterse para ser guiado a un camino que es el de la individuación, el camino al que nos guía el Sí-mismo. Dice el filósofo:

No sabría decir hacía dónde me guiaba, pero sí sé de dónde me sacó. Ante todo, me liberó de la obsesión de intentar subordinarlo todo a la razón; me hizo entender que en caso de peligro, solo me ayudaría esa fuerza desconocida, inconcebible e incontrolable que mora en mi interior. Y el peligro está en ignorar esos mensajes tan palpables que no pueden detectarse con la razón pero que día tras día, casi a cada hora, emanan de mi. [22]

En las páginas introductorias de su libro, Fóldenyi nos ofrece unas bellas reflexiones sobre la dimensión que lo sueños representan dentro del mundo psíquico, de una influencia claramente junguiana, y que nos ponen ante aquella famosa frase que acompaña uno de los grabados de Goya: "El sueño de la razón produce monstruos". Y así, para concluir, citaré unas bellas palabras del filósofo:

Nuestra cultura actual trata de hacer del estado de vigilia un imperio de la razón infinita; sin embargo, en el sueño este queda descubierto como  una ambición pretenciosa. No en el propio contenido del sueño, sino en el mero hecho de soñar, en el hecho de que exista algo que la razón nunca será capaz de dirigir a su antojo. Todo sueño implica riesgos, en él se manifiesta algo sin lo cual no podríamos vivir la vida que esperamos controlar. 

La ballena del sueño me sugirió que, para alcanzar un equilibrio real, debo dejar que lo incomprensible penetre en mi interior y no asustarme por su extrañeza. El miedo inicial se compensa por un sentimiento de riqueza y plenitud que no es posible alcanzar mediante el conocimiento [23]

6. Conclusiones.

Este sueño de László Földényi, nos ha permitido ver algunas cualidades relacionados con los sueños que Jung llamó arquetípicos o, como se han llamado en distintas culturas tribales, Grandes Sueños. Veamos algunas de ellas tal y como han ido apareciendo en este artículo:

 

1) En primer lugar, tenemos la cualidad de la claridad del sueño, sin duda relacionado con la cualidad que veremos en el punto 2 que es la del impacto o conmoción que ejercen sobre la consciencia. Efectivamente, son sueños que el soñante suele recordar con precisión y detalle. Podemos decir que con la fuerza con la que emergen sobrepasan la habitual censura que la consciencia yoica le opone.

 

2) En segundo lugar, tenemos la cualidad ya citada del impacto o conmoción que ejercen sobre la consciencia del soñante. Es decir, son sueños que tras despertar nos dejan con la sensación de que algo importante se ha manifestado y que más allá de entender su significado sus efectos sobre la consciencia y la psique del soñante ya se empiezan a dar. Como nos muestra Földényi, son sueños sumamente importantes para el equilibrio psíquico del individuo.

 

3) En tercer lugar, y como vimos en la nota 5, estos sueños suelen aparecer en momentos de crisis, es decir, justamente en momentos donde suele desajustarse el citado equilibrio psíquico. En el caso que aquí muestro es obvio que se trata de un sueño que se corresponde a un momento de crisis en el que el desajuste del equilibrio psíquico estaba llevando a nuestro filósofo hacia la depresión, más allá de que, posiblemente, este desajuste pudiera estar relacionado también con una crisis de la mediana edad.

 

4) En cuarto lugar, podemos observar también, y a tenor de las descripciones que Földényi nos hace, su carácter numinoso (relacionado con la cualidad de su impacto sobre la consciencia), es decir, la conjunción de un sentimiento de estar ante una presencia misteriosa y tremenda, junto a la sensación de anonadamiento propio del sentimiento de criatura.

 

5) En quinto lugar, Observamos en el sueño distintas representaciones arquetípicas del Sí-mismo. En la primera escena vemos la representación de la conexión del eje yo-Sí-mismo a través del sol y el reflejo de sus rayos en la multitud de pequeños peces que nadan bajo el río. En la segunda y tercera escena lo observamos a través de la ballena como arquetipo del falo, y también a través de la mirada, y que describen la alienación del yo con el Sí-mismo, en el sueño representado por esa posición solitaria del soñante en el puente alejado de las aguas por las que, en cambio, cruzan muchas personas.

 

6) En sexto lugar, observamos también el mecanismo de la compensación descrito por Jung en el que la tendencia de la consciencia yoica (reconocida por Földényi como un exceso de racionalidad) es compensada por esa fuerza inconsciente que nos conecta con la vida en todas sus dimensiones (emocional, instintiva, intuitiva, espiritual). En ese sentido, asistimos a la secuencia de cada escena del sueño desde la presencia primero de los pequeños peces, luego de la ballena (relacionada con lo incomprensible y antinatural por el soñante) para, finalmente, asistir al crecimiento gigantesco de su cuerpo (entrando en lo numinoso).

 

Finalmente, y a través de los comentarios del filósofo, asistimos a los efectos reales que el sueño tuvo sobre él: empezar a encontrar la salida de su estado depresivo lo que, en términos psíquicos también podemos entender como el paso que va de la inflación egoica que produce la identificación del yo con el Sí-mismo como la razón al estado de alienación (rotura del eje yo-Sí-mismo) manifiesto como estado depresivo para, finalmente, abrirse paso a la reconexión de dicho eje como proceso de individuación.


NOTAS

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1 Földényi, László. Goya y el abismo del alma. Galaxia Gutemberg, pág. 11

2 Ver nota 1, págs. 14 y 15

3 Ver nota 1, pág. 15

4 Ver nota 1, págs. 15-17

5 Mattoon, Mary-Ann. El análisis junguiano de los sueños. Ed. Paidós. Psicología profunda, pág. 92

6 VV.AA. El libro de los símbolos. Ed. Taschen, acepción “ojo”.

7 Cardona, Jaume. Las relaciones del yo con el Sí-mismo. Imágenes en el sueños, el arte y el cine. Llibres Gestalt Dimensions.

8 Edinger, Edward. Ego y arquetipos. Una ventana a los símbolos de transformación. Sirena de los Vientos.

9 Ver nota 6, pág. 24

10 Jung, C. G. De la esencia de los sueños. Obra Completa Vol. 8. Editorial Trotta.

11 Monick, Eugen. Phallos. Símbolo sagrado de la masculinidad. Cuatro Vientos Editorial, pág. 37

12 Ver nota 11, pág. 38

13 Cardona, Jaume. Los sueños en psicoterapia Gestalt… y más allá. Llibres Gestalt Dimensions, pág. 146

14 Cardona, Jaume. Walt Withman y el canto enigmático: Una lectura psicoanalítica y una lectura junguiana. (sobre el falo y el eje yo-sí-mismo). Comentario del blog de Arte y psicología. Encuentros: http://www.arteypsicologiajc.com/2021/07/walt-withman-y-el-canto-enigmatico-una.html

15 Ver nota 1, pág. 19

16 Ver nota 1, pág. 19

17 Ver nota 1, pág. 19

18 Jung, C. G. La práctica de la psicoterapia. La aplicabilidad práctica del análisis de los sueños. OC 16, Ed. Trotta, par. 352

19 Cardona, Jaume. Goya y la melancolía: una reflexión sobre la mirada de Saturno. Comentario del blog de Arte y psicología. Encuentros:

http://www.arteypsicologiajc.com/2015_03_01_archive.html

20 Ver nota 19.

21 Ver nota 1, pág. 21

22 Ver nota 1, pág. 21

23 Ver nota 1, pág. 22-23


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©Jaume Cardona Costa, 2023



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