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Resumen. Con el presente artículo reflexionaremos acerca de lo que Jung llamó sueños arquetípicos, así como de su impacto en la consciencia a partir del relato que el filósofo y humanista László Földenyi nos ofrece en su libro “Goya y el abismo del alma”. En este nos cuenta como un sueño que conmocionó su consciencia le sacó de lo que ya era un incipiente estado depresivo, así como también probablemente relacionado con una crisis de mediana edad. El análisis de este sueño y de sus escenas nos permitirá observar las características de este tipo de sueño que, precisamente, suelen aparecer en momentos crisis. Podremos ir describiendo la manifestación del Sí-mismo a través de distintas representaciones arquetípicas, la cualidad numinosa de este tipo de sueños, así como el mecanismo de compensación, fundamental para entender el factor de re-equilibrio psíquico que proporcionan al intentar compensar una tendencia de la consciencia excesivamente hipertrofiada.
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1. Introducción.
Hay sueños que, en ocasiones, basta con el simple impacto que causan en la consciencia del soñante para que este note cambios en su estado psíquico desde el primer momento. El caso que os presento en este artículo es narrado por el filósofo László Földenyi en su libro Goya y el abismo del alma. Observemos como empieza su comentario:
Existen conmociones de muchos tipos. En esta ocasión hablaré de un sueño que impacto mi vida como si lo hubiera enviado un poder ajeno a mí. No sé quién sería ni qué objetivo tendría: ¿advertirme, castigarme, purificarme? El sueño me alteró y durante mucho tiempo no me dejó tranquilo. Me sentía desconcertado, no sabía que interpretación darle; solo me calme cuando se aplacaron las circunstancias de mi vida bajo cuyo pesó me alcanzó e invadió aquel sueño. Sobre este no puedo hablar sin referirme a la vida que llevaba entonces. Y a medida que se dilucidaba su significado, me veía obligado a admitir que no solo el sueño es estampa del día, sino que también el sueño lo es del día. [1]
Vemos aquí reflejados tres elementos característicos de los sueños: su cualidad de impacto en la consciencia, incluso aunque inicialmente no comprendamos su significado; la sensación de que el sueño llega de un poder ajeno a uno mismo, lo cual lo podemos contemplar desde el concepto de Self o Sí-mismo postulado por Jung como el arquetipo regulador de la psique y, en relación a esto, también como el artífice de los sueños; y el tercer elemento es la relación del sueño con el presente del soñante y, como dice Földenyi, de este presente con el sueño.
Tras varias semanas de desconcierto, no me sorprendió ver que algo se resistía en mi interior. Ese algo eligió la forma del sueño: no me permitía despertar. Me acostaba cada vez más temprano y me despertaba cada día más tarde; siempre tenía más ganas de dormir. El sueño no resultaba reparador, todo lo contrario: al despertarme me costaba mantener la concentración; y si por la calle parecía que caminaba con rapidez y ligereza, en mi interior sentía como si fuera arrastrando los pies. Trataba de llegar a casa lo antes posible, la mayoría de las veces para echarme en cama. Me sentía enfermo.
Pensé que todo ello se debía a una decisión equivocada: había emprendido un trabajo que superaba mis fuerzas y que me impedía avanzar. Hubo días en que, con la mente muy clara, decidí renunciar, dejar de atormentarme. Pero la sensación de alivio sólo me animaba unos instantes; luego volvía a sentirme débil. Entonces vi con claridad que no se trataba de Goya ni Saturno, si no de la falta de equilibrio interno; de la contrario no me refugiaría constantemente en el sueño. [2]
Vemos claramente, en esta descripción, los síntomas de una incipiente depresión, y que, como nos dice Földenyi "fue en el fondo de aquel túnel donde surgió de pronto el sueño que me ayudó a salir del bache." [3] El sueño parte de una zona de Berlín por la que el filósofo solía pasar hasta llegar al kurfürstenbrücke, un puente renacentista en el que el sueño continua de la siguiente manera:
(1) Me detuve en este puente, como había hecho tantas otras veces, para ver pasar los trenes. Ahora también veía las vías, pero estaban cubiertas de agua, ya que por debajo del puente fluía un pequeño riachuelo. A primera vista percibí infinidad de destellos plateados: eran peces minúsculos que nadaban por el rio en cantidades enormes y cuyo cuerpo reflejaba el brillo del sol. Abajo, en el arroyo, la gente cruzaba de una orilla a la otra; el agua estaba tan baja que no era necesario subir al puente; sólo tenían que remangarse los pantalones hasta la rodilla y, pisando sobre los raíles o piedras, llegaban sin dificultad a la orilla opuesta. Me tranquilizaba ver aquello, aunque no se me ocurrió bajar. Me daba la sensación de que todo estaba en perfecto orden.
(2) De pronto una oscura sombra perturbó el panorama. Pasó sobre el fondo del agua como si fuera la sombra de un avión o de algún objeto que flotara en el aire. Cruzó el agua varias veces y luego desapareció. De repente comprendí que no se trataba de una sombra: la mancha oscura era un cuerpo, un cuerpo bastante voluminoso y de unos diez metros de longitud. Luego percibí con nitidez que también era un animal acuático, semejante a una ballena: tenía la piel parda y rugosa y sostenía la cabeza como si quisiera ignorarlo todo. La ballena pasaba sin esfuerzo por debajo del puente: aunque el agua era muy poco profunda, no tenía dificultades para navegar. A mi tampoco me sorprendió; al principio no me pregunté de dónde había salido ese animal, si no que pensé que debía advertir a los transeúntes que cruzaban el río. Enseguida me di cuenta de que sobraba el aviso: la ballena nadaba tranquilamente entre ellos sin hacerles ningún caso, al igual que la gente tampoco reparaba en ella. Parecería que todo el mundo considerara normal aquella situación, Solo a mi me resultaba incomprensible y antinatural.
(3) De pronto empezó a crecer el cuerpo. Se ensanchó y alargó tanto que al final no cabía bajo el puente. Entonces se alejó, y cuando estaba a unos cincuenta metros, emergió del agua. El animal se irguió, dejando solamente la cola dentro del agua. Parecía una enorme torre. Yo veía su lomo, la piel gruesa, gris y áspera, como una roca expuesta a las inclemencias del tiempo durante millones de años. Sin embargo, en el siguiente instante el animal volvió la cabeza, como si tuviera cuello, y miró donde yo estaba. Mejor dicho, me miró a mí: clavó los ojos en mi figura. Me observaba como si supiera que yo tenía que estar allí, en aquel puente. Sus enormes ojos me miraban con tanta insistencia que sentí que aquel animal pretendía comunicarme algo con su mirada. Supuse que yo no le resultaba indiferente, ya que antes no había hecho caso a nadie, y ahora, al emerger del agua me había elegido precisamente a mi, como si nos vinculara algún enigma secreto. Al principio tenía un miedo atroz: su mirada me petrificaba. Temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme.
[…] Sabía que no podía huir […] que no podía esconderme; ya no podría existir sin él. Temblaba de miedo y, no obstante, esperaba que sucediera algo. Sin embargo, el animal no se movió. Seguía observándome, apoyado en la cola; tenía una expresión algo triste, pero también cálida. Me miraba como un adulto al niño que le encomiendan y al que además quiere: con amor, atención y melancolía. Mi ansiedad disminuyó y, al cabo de un rato, no sentí más que curiosidad.
Poco después el animal se movió. Manteniendo la vista fija en mí, dio algunos coletazos y comenzó a alejarse. Luego, inesperadamente desapareció […] y me quedé en el puente con la sensación de estar solo. Miré hacia abajo, pero en el agua no había nadie: la gente y los peces habían desaparecido. [4]
2. El sueño y su dimensión arquetípica.
Varios elementos del sueño nos indican que estamos ante lo que Jung llamó sueño arquetípico, sueños que llegan desde esa matriz más profunda que es el inconsciente colectivo, y que se caracterizan por la claridad con la que se manifiestan a la consciencia, así como por la presencia de imágenes que impactan profundamente al soñante, como es el caso de la ballena del sueño de Földenyi y de su mirada, imagen que también definimos como representaciones arquetípicas. Otra de las características de los sueños arquetípicos es que aparecen en momentos de crisis, como es el caso presente. Dice Mary-Ann Mattoon:
La experiencia de Jung indicaba que suelen producirse en coyunturas importantes de la vida de una persona; por ejemplo, durante la primera infancia, especialmente de los tres a los seis años; en la pubertad, al comienzo de la adultez, el principio de la segunda mitad de la vida (de los treinta y cinco a los cuarenta años), en el climaterio, antes de la muerte, y en otros momentos de crisis. Los sueños arquetípicos son también característicos del proceso de individuación, en especial durante la segunda mitad de la vida. [5]
Más allá del impacto que provocaron en el soñante, como queda reflejado en sus palabras al ver en él “un sueño que impactó mi vida como si lo hubiera enviado un poder ajeno a mí”, tres imágenes de cada una de sus escenas nos hablan de su dimensión arquetípica:
En la escena 1 vemos la siguiente imagen: “A primera vista percibí infinidad de destellos plateados: eran peces minúsculos que nadaban por el río en cantidades enormes y cuyo cuerpo reflejaba el brillo del sol" (ver nota 1). Efectivamente, una de las clásicas imágenes o representaciones arquetípicas del Sí-mismo (el centro regulador de la psique) es el sol, estrella centro de nuestro Sistema Solar, desde el cual emana la luz que es fundamental para la vida. De la misma manera, el Sí-mismo, o arquetipo del Sí-mismo, es el centro regulador de la psique que nos orienta a su integración en el proceso o principio que Jung llamó individuación. En el sueño, vemos como sus rayos se reflejan en multitud de pequeños peces dotándoles de esos destellos plateados como refiere Földenyi. Es decir, el Sí-mismo ilumina contenidos que se hallan bajo el agua - bajo el inconsciente colectivo -. El significado de los peces lo veremos más adelante en el análisis de esta escena.
En la escena 2 surge la ballena, obviamente como una representación arquetípica clásica del falo cómo desarrollaremos posteriormente. No obstante, y además del impacto profundo de su imagen, en especial cuando crece espectacularmente, vemos como Földényi lo describe como proveniente de una dimensión remota: “veía su lomo, la piel gruesa, gris y áspera, como una roca expuesta a las inclemencias del tiempo durante millones de años." En algunas descripciones de imágenes arquetípicas se produce esta sensación de estar ante una presencia que parece muy antigua, o incluso más allá del tiempo.
En la escena 3, y finalmente, nos encontramos con la mirada de la ballena ("clavó los ojos en mi mirada"). La relación de los ojos con la mirada tiene que ver con "el ver", es decir, con la mirada que descubre o revela, que también comunica y penetra:
El ojo recibe y emite luz, mira hacia afuera y hacia dentro, es el espejo del alma y una ventana al mundo, revelando y percibiendo, viendo el trasfondo de las cosas y la verdad de ellas [...] El ojo ilumina, comprende, expresa, protege, abrasa y mira. Sentimos que nos conocen de verdad por la forma en la que el otro demuestra que nos ve. [6]
En este sentido podemos observar que la primera impresión del soñante ante la mirada de la ballena, como ante su gigantesco tamaño son, como se desprende en muchas ocasiones de las representaciones arquetípicas, una presencia, y en este caso, una mirada numinosa: "Al principio tenía un miedo atroz: su mirada me petrificaba. Temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme [...] Sabía que no podía huir [...] que no podía esconderme; ya no podría existir sin él. Temblaba de miedo y, no obstante, esperaba que sucediera algo."
Estas tres imágenes o representaciones arquetípicas. unidas a este sentimiento numinoso de estar en presencia de "algo grande", y que además provoca en el soñante el característico sentimiento de criatura ante el numen ("temía que me atacara y me aplastara, pero fui incapaz de moverme"), denotan con claridad que nos hallamos ante un sueño arquetípico.
3. Análisis de la primera escena.
El análisis de los símbolos implícitos en el sueño los tenemos que ver en función del argumento de la escena.
El primer elemento a destacar es el puente, cuyo simbolismo está claramente relacionado con el pasaje que une dos lados opuestos por algún obstáculo. Sin embargo, en el sueño el puente no sólo aparece relacionado con el pasaje, sino también como lugar de observación. Desde él, el soñante observa una extraña escena: gente cruzando por un río de poca profundidad en el que se ven multitud de pequeños peces que brillan con destellos plateados al reflejar la luz del sol. Un análisis de esta escena nos permite observar lo siguiente:
1) Que hay un contraste que el sueño muestra entre cruzar el puente o cruzar por las aguas, como parece hacer la mayoría de la gente, poniendo de relieve que quizá ocurre algo con el soñante que se refugia en la aparente seguridad del puente, antes que hacer como hacen los personajes que atraviesan las aguas poco profundas del río.
En muchos sueños el agua aparece relacionada con la dimensión inconsciente de la psique y sus contenidos. En algunas de sus representaciones solemos observar las actitudes reservadas o temerosas del soñante en relación a ellas. Veamos algunos ejemplos en las siguientes escenas de algunos sueños:
Ejemplo 1. "Sigo a un hombre que corre hacia la orilla de un lago. Conforme avanzamos hacia él veo gente que se está mojando los pies, algunos incluso hasta la pantorrilla. El hombre al que sigo también lo hace. Yo me paro y me quedo observando, y no hago como los demás pues temo que en sus aguas pueda haber parásitos invisibles."
Ejemplo 2. "Estoy en casa cuando de repente noto que el sueño está húmedo. Al mirarlo veo que hay una fina película de agua. Me asusto y subo encima de una silla. Luego me doy cuenta de que ya no es una fina película de agua sino que hay mucha más de la que creía, y que está a punto de alcanzar mis pies en la silla, ahora desnudos. Tengo una fuerte sensación de ansiedad.
Veamos ahora otro ejemplo en el que se pone de manifiesto el temor a los contenidos de las aguas:
Ejemplo 3. "Estoy en una habitación que da directamente al agua de un mar, lago o un gran río. Veo como de él sobresale el dorso de un cocodrilo. Lo observo atentamente y entonces busco a mi alrededor una piedrecita que tirarle. Encuentro la piedrecita y se la lanzo. Después de unos instantes el cocodrilo se mueve y empieza a hacerse más evidente. Luego veo como surge una enorme cabeza. La bestia se dirige hacia mi y yo huyo corriendo.
2) La presencia de los peces minúsculos nos pone en relación con la simbología del pez. Como indicaba en mi libro "Las relaciones del yo con el Sí-mismo" acerca de un sueño donde también aparecían peces "entre la distintas simbologías que envuelven la imagen del pez, y para el caso que analizamos, destaco aquella que lo relaciona con la vida y la fertilidad, y también, como se observa en las mitologías mesoamericanas, es un símbolo fálico asociado al dios del maíz. Es también un atributo de los dioses y diosas del amor. Dentro del cristianismo el pez adquirió también un notable significado como símbolo de Cristo, como testimonian los numerosos monumentos en los que aparece. Visto así, podemos ver que el pez, por un lado, se relaciona con el amar la vida, el falo y la fecundidad, mientras que por otro, como Jung señaló, y a través de Cristo, es un símbolo también del Sí-mismo."[7]
Esta relación del pez con el Sí-mismo aparece a través del sol y los destellos que sus rayos provocan al reflejarse sobre cada uno de la multitud de los pequeños peces. Una clara relación entre el inconsciente colectivo (y el arquetipo del Sí-mismo) y las psique particulares de cada individuo (la multitud de pequeños peces). Una perfecta escenificación del concepto desarrollado por el analista junguiano Edward Edinger [8] como el eje que une el Sí-mismo con centro de la totalidad con el yo como centro de la consciencia. Esta relación del yo, lo individual, con el Sí-mismo, lo inconsciente colectivo, es lo que hace decir a Földenyi que el sueño parece llegado de un poder superior.
Por otro lado, la depresión, en ese sentido, puede considerarse como consecuencia de la alienación, es decir, la rotura del eje que une el Sí-mismo con el yo "lo que deriva en desorientación, desesperación, depresión y, en ocasiones, violencia. El yo alienado vaga por una especie de limbo sin sentido ni objetivo"[9]
Esta rotura del eje yo-(Sí-mismo), es lo que nos representa el alejamiento del soñante en el puente en relación con los personajes que lo atraviesan mojándose las pantorrillas. Es decir, para recuperar el eje yo-(Sí-mismo) es necesario "mojarse" en las aguas del inconsciente, algo que nuestro soñante esta evitando. Este, al final del sueño, acaba diciendo: "Me tranquilizaba ver todo aquello, aunque no se me ocurrió bajar. Me daba la sensación de que todo estaba en perfecto orden." Pero es evidente que este no es el orden que necesita nuestro soñante, como pronto el sueño le mostrará. Este parece decirle que para pasar de un lado al otro, el puente no es el mejor lugar, se requiere atravesar el río.
4. Análisis de la segunda escena.
Este sueño de László Földényi, nos ha permitido ver algunas cualidades relacionados con los sueños que Jung llamó arquetípicos o, como se han llamado en distintas culturas tribales, Grandes Sueños. Veamos algunas de ellas tal y como han ido apareciendo en este artículo:
1) En primer lugar, tenemos la cualidad de la claridad del sueño, sin duda relacionado con la cualidad que veremos en el punto 2 que es la del impacto o conmoción que ejercen sobre la consciencia. Efectivamente, son sueños que el soñante suele recordar con precisión y detalle. Podemos decir que con la fuerza con la que emergen sobrepasan la habitual censura que la consciencia yoica le opone.
2) En segundo lugar, tenemos la cualidad ya citada del impacto o conmoción que ejercen sobre la consciencia del soñante. Es decir, son sueños que tras despertar nos dejan con la sensación de que algo importante se ha manifestado y que más allá de entender su significado sus efectos sobre la consciencia y la psique del soñante ya se empiezan a dar. Como nos muestra Földényi, son sueños sumamente importantes para el equilibrio psíquico del individuo.
3) En tercer lugar, y como vimos en la nota 5, estos sueños suelen aparecer en momentos de crisis, es decir, justamente en momentos donde suele desajustarse el citado equilibrio psíquico. En el caso que aquí muestro es obvio que se trata de un sueño que se corresponde a un momento de crisis en el que el desajuste del equilibrio psíquico estaba llevando a nuestro filósofo hacia la depresión, más allá de que, posiblemente, este desajuste pudiera estar relacionado también con una crisis de la mediana edad.
4) En cuarto lugar, podemos observar también, y a tenor de las descripciones que Földényi nos hace, su carácter numinoso (relacionado con la cualidad de su impacto sobre la consciencia), es decir, la conjunción de un sentimiento de estar ante una presencia misteriosa y tremenda, junto a la sensación de anonadamiento propio del sentimiento de criatura.
5) En quinto lugar, Observamos en el sueño distintas representaciones arquetípicas del Sí-mismo. En la primera escena vemos la representación de la conexión del eje yo-Sí-mismo a través del sol y el reflejo de sus rayos en la multitud de pequeños peces que nadan bajo el río. En la segunda y tercera escena lo observamos a través de la ballena como arquetipo del falo, y también a través de la mirada, y que describen la alienación del yo con el Sí-mismo, en el sueño representado por esa posición solitaria del soñante en el puente alejado de las aguas por las que, en cambio, cruzan muchas personas.
6) En sexto lugar, observamos también el mecanismo de la compensación descrito por Jung en el que la tendencia de la consciencia yoica (reconocida por Földényi como un exceso de racionalidad) es compensada por esa fuerza inconsciente que nos conecta con la vida en todas sus dimensiones (emocional, instintiva, intuitiva, espiritual). En ese sentido, asistimos a la secuencia de cada escena del sueño desde la presencia primero de los pequeños peces, luego de la ballena (relacionada con lo incomprensible y antinatural por el soñante) para, finalmente, asistir al crecimiento gigantesco de su cuerpo (entrando en lo numinoso).
Finalmente, y a través de los comentarios del filósofo, asistimos a los efectos reales que el sueño tuvo sobre él: empezar a encontrar la salida de su estado depresivo lo que, en términos psíquicos también podemos entender como el paso que va de la inflación egoica que produce la identificación del yo con el Sí-mismo como la razón al estado de alienación (rotura del eje yo-Sí-mismo) manifiesto como estado depresivo para, finalmente, abrirse paso a la reconexión de dicho eje como proceso de individuación.
NOTAS
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1 Földényi, László. Goya y el abismo del alma. Galaxia Gutemberg, pág. 11
2 Ver nota 1, págs. 14 y 15
3 Ver nota 1, pág. 15
4 Ver nota 1, págs. 15-17
5 Mattoon, Mary-Ann. El análisis junguiano de los sueños. Ed. Paidós. Psicología profunda, pág. 92
6 VV.AA. El libro de los símbolos. Ed. Taschen, acepción “ojo”.
7 Cardona, Jaume. Las relaciones del yo con el Sí-mismo. Imágenes en el sueños, el arte y el cine. Llibres Gestalt Dimensions.
8 Edinger, Edward. Ego y arquetipos. Una ventana a los símbolos de transformación. Sirena de los Vientos.
9 Ver nota 6, pág. 24
10 Jung, C. G. De la esencia de los sueños. Obra Completa Vol. 8. Editorial Trotta.
11 Monick, Eugen. Phallos. Símbolo sagrado de la masculinidad. Cuatro Vientos Editorial, pág. 37
12 Ver nota 11, pág. 38
13 Cardona, Jaume. Los sueños en psicoterapia Gestalt… y más allá. Llibres Gestalt Dimensions, pág. 146
14 Cardona, Jaume. Walt Withman y el canto enigmático: Una lectura psicoanalítica y una lectura junguiana. (sobre el falo y el eje yo-sí-mismo). Comentario del blog de Arte y psicología. Encuentros: http://www.arteypsicologiajc.com/2021/07/walt-withman-y-el-canto-enigmatico-una.html
15 Ver nota 1, pág. 19
16 Ver nota 1, pág. 19
17 Ver nota 1, pág. 19
18 Jung, C. G. La práctica de la psicoterapia. La aplicabilidad práctica del análisis de los sueños. OC 16, Ed. Trotta, par. 352
19 Cardona, Jaume. Goya y la melancolía: una reflexión sobre la mirada de Saturno. Comentario del blog de Arte y psicología. Encuentros:
http://www.arteypsicologiajc.com/2015_03_01_archive.html
20 Ver nota 19.
21 Ver nota 1, pág. 21
22 Ver nota 1, pág. 21
23 Ver nota 1, pág. 22-23
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©Jaume Cardona Costa, 2023
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