CONCIENCIA, EXISTENCIA, REFLEXIÓN Y CONTEMPLACIÓN (Jaume Cardona)


 
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Resumen. Partiendo de una observación ocasional que contrapone el mundo natural con la civilización, y a la luz de los efectos que hoy en día está teniendo el cambio climático sobre la Tierra y nuestra vida, me ha parecido interesante reflexionar sobre la relación entre la conciencia y dos de sus cualidades, como son la reflexión y la contemplación en relación con la existencia. Destaco la diferencia que existe entre ambas y la distinta perspectiva relacional que ofrecen entre la Civilización y la Naturaleza. Pongo de relieve que la reflexión, fundamentada en el sostenimiento de los contenidos en la conciencia se fundamenta en la separación y la discriminación, relacionándose así con el conocimiento, la tecnología y el poder, mientras que la contemplación lo hace con la participación en la unidad. Pongo incidencia también en los dos lenguajes que caracterizan estas dos cualidades. Es decir, en la dimensión objetiva y estructurante del pensamiento racional y lógico que acompaña a la reflexión, y en  la dimensión subjetiva e irracional de la percepción sensitiva e intuitiva que acompaña a la contemplación. Por último, también reflexionaremos sobre el carácter polar de estos opuestos que constituyen la reflexión y la contemplación como una aproximación más completa al misterio del mundo.

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I. INTRODUCCIÓN.

 

Sentado en la terraza contemplo cada día, al levantarme por la mañana, el vuelo de las golondrinas. Vuelan muy cerca de mí, cruzando el vacío, aleteando con rapidez e impulsándose y planeando como un relámpago. Al fondo, inmutable, la sierra se extiende con todo su regazo cubierto del verde de innumerables abetos. Y más arriba, por encima de la línea irregular y curva de su perfil, un cielo cubierto de nubes finas, de una blancura brillante, translúcida, manchada de un gris de tonos claros. Y todo envuelto en el silencio de estas mañanas de pueblo pequeño, donde de repente todo parece tener su tiempo, donde todo ruido ocasional incluso parece resaltar su presencia.

 

En la ciudad, en cambio, me siento privado de toda visión amplia, donde sólo levantarme el tiempo ya me apresura, donde tan sólo pisar la calle el silencio es abrumado por los ruidos de la calle:

 

Vivimos tiempo

de prisa y ruido.

Vivimos aturdidos,

aturdidos nuestros sentidos,

aturdidos nuestros sentimientos,

aturdida nuestra razón.

Con la conciencia aturdida

vivimos desenfocados, corriendo

incluso cuando no corremos,

mirando sin mirar,

escuchando sin oír,

parando sin reposar,

el corazón siempre alborotado.

 

Con la prisa y el ruido,

aturdidos y desenfocados,

pasamos por el tiempo

sin apenas darnos tiempo.

 

Así me expresaba después de escuchar uno de los cuatro lamentos de las “impresiones íntimas” que compuso para piano Frederic Mompou. Es mi sentir de la vida en la ciudad, un sentir que ya había expresado también contemplando los árboles que, perfectamente alineados, pretenden disimular la esterilidad del espacio.

 

No sólo hay animales domesticados,

ni peces en las peceras, ni pájaros en las jaulas.

También hay árboles bien podados y alineados,

todos bien puestos uno detrás del otro,

encajonados entre altos muros de edificios grises,

bien formados sobre largas superficies de asfalto.

Sí, los árboles también están domesticados.

Y una extraña sensación me fue invadiendo

mientras caminaba por la larga Gran Vía:

la ciudad es el gran espacio de la domesticación.

Es la gran pecera para los seres humanos,

 

Y, sin embargo, mientras observaba las golondrinas, la sierra y el cielo nublado, mientras escuchaba el silencio que acompaña las mañanas, no podía evitar pensar en la primavera y el verano que estamos viviendo. La constatación de los efectos de un cambio climático ya irreversible: fuegos, calores, sequía, los ríos con caudales cada vez más pobres, las fuentes agotadas o brotando chorritos de agua cada día más finos. Las flores mustias y quemadas, los árboles con el verde agotado de las hojas, si no con el marrón de las secas. Y los suelos que se ven secos, áridos, sedientos del agua de una lluvia que no llega.

 

Y llegados aquí, recuerdo las conocidas palabras de Jung en relación al “sentido”:

 

El mundo en el que nacemos es rudo y cruel ya la vez de belleza divina. Es cuestión de temperamento creer qué es lo que predomina: el absurdo o el sentido. Si el absurdo predomina se desvanecería en gran medida el sentido de la vida en rápida evolución. Pero esto no es –o me parece ser– el caso. Probablemente, como en todas las cuestiones metafísicas, ambas cosas son ciertas: la vida es sentido y absurdo o tiene sentido y no lo tiene. Tengo la angustiosa esperanza de que el sentido prevalecerá y ganará la batalla.[i]

 

Estas palabras creo que son hoy más válidas que nunca. Porque es aquí donde entra la conciencia. A veces, cuando reflexiono sobre su papel en el Universo veo claro que tiene que ver con existir. La existencia sólo toma sentido desde la conciencia, puesto que ella es el espejo donde se refleja el mundo. Conciencia, existencia y reflexión, estas son las cualidades con las que hemos llegado al mundo, el cosmos, al Universo. Por la conciencia hemos devenido en seres existentes, y por la conciencia, y como seres existentes, podemos reflexionar sobre la existencia y dar existencia al mundo.

 

 

2. ETIMOLOGÍAS.

 

Las palabras de hoy esconden ciertos sentidos que se encuentran en ciertas partículas y palabras del pasado que las componen. Son los sentidos vinculados a su etimología. Me gustaría, nunca mejor dicho, reflexionar sobre la etimología de estas tres palabras.

 

- Sobre la conciencia.

 

Conciencia se divide en un prefijo y una palabra. El prefijo con, que hace referencia al todo, a la unión, al estar juntos; y la palabra latina scientia, que se refiere a la calidad de lo que sabe y que, a su vez, se construye sobre la palabra scire, que significa saber y, esto me parece relevante, que también está asociada a la raíz indoeuropea skei, que significa cortar, separar. La encontramos también como el núcleo de la palabra griega σχιζείν (skhizein) con el mismo significado. Es decir, que la palabra conciencia relaciona el todo con el saber y a este con el hecho de cortar o separar. Desde este punto de vista la conciencia nos aparece como la capacidad de separar del todo, de lo junto, una cosa de la otra. Se refiere a la capacidad de discriminar.

 

- Sobre la existencia.

 

Existencia se divide en el prefijo ex, que hace referencia al hacia fuera, hacia el exterior; y el verbo sistere, que significa tomar posición, fijarse y que, a su vez, se vincula con la raíz indoeuropea sta, que significa estar de pie. La encontramos también en el verbo griego ισταμαί (histamai), con el mismo significado. Visto desde estos orígenes, existencia hace referencia al estar de pie hacia fuera, de tomar posición en relación con el exterior. Vemos pues que, dicho así, la existencia es el resultado de la conciencia, puesto que ésta implica la primera separación entre el todo y una parte que se da cuenta de sí mismo y, hacia más allá de ella, del resto del mundo. Por eso hablamos de la conciencia de existir, propia de un ser existente, y a través de ésta es que podemos hablar de la existencia del mundo: de pie hacia fuera, tomando posición frente al exterior, fijarse frente al mundo. Unas palabras de Jung, en el viaje que realizó a Kenia, transmiten claramente esa profunda impresión que deviene de ser un ser existente contemplando el mundo:

 

Sobre una baja colina en esta amplia sabana nos esperaba un panorama sin igual. Hasta el horizonte más alejado se veían enormes manadas de animales: gacelas, antílopes, ñus, cebras, jabalíes, etc. En lento tropel, apacentando, inclinadas las cabezas, se movían los rebaños, apenas se oía el melancólico chillido de un ave de presa. Era el silencio del eterno principio, el mundo tal y como siempre había estado, en el estado del no ser; ya que hasta hace poco nadie existía que supiera que se trataba de este mundo. Me separé de mis acompañantes hasta que ya no los vi y tuve la sensación de estar solo. Ahora era el primer hombre que reconocía que esto era el mundo y que mediante su saber sólo en ese momento lo creó.

 

Aquí vi sorprendentemente claro el significado cósmico de la conciencia. «Quod naturaleza relinquido imperfectum, ars perficit» (algo que la naturaleza deja imperfecto, lo perfecciona el arte), se dice en la Alquimia. El hombre, yo, dio al mundo, en un acto creador imperceptible, el último toque nada más, ser objetivo.[ii]

 

 

- Sobre la reflexión.

 

Una vez más citaré a Jung, porque él nos dio una de las definiciones de reflexión que me parece de las más acertadas:

 

Reflexión significa repliegue, y en su uso psicológico designaría que el proceso de reflexión que conduce el estímulo hacia la descarga instintiva es interrumpido por la psiquización. A consecuencia de la interposición de la reflexión, los procesos psíquicos ejercen sobre el impulso de actividad que parte del estímulo, un efecto atrayente, por lo que este impulso, antes de descargarlo hacia fuera, es desviado hacia una actividad endopsíquica. La reflexión es una vuelta hacia adentro, con el resultado de que, en lugar de una reacción instintiva, surge una sucesión de contenidos o situaciones que podría calificarse de reflexión o deliberación. De esta forma, el acto compulsivo es sustituido por cierta libertad y la previsibilidad por una relativa imprevisibilidad por efecto del impulso.[iii]

 

Efectivamente, la etimología de reflexión se compone del prefijo re, que hace referencia a volver atrás y el verbo flectereque significa desviar, doblar. Por eso habla Jung de doblar atrás. Prestamos atención a la frase en la que nos dice “el reflejo que lleva al estímulo hacia su descarga instintiva es interferido por la psiquización”. Interferido por la psiquización significa que el estímulo externo en lugar de devolver la respuesta instintiva propia de los animales puede ser sostenida en la conciencia por el ser humano, y así, sosteniéndola en ella, elaborar una respuesta diferente a la esperada, lo que Jung nos dice como que "en vez del acto compulsivo aparece cierto grado de libertad, y en lugar de la predicción surge algo relativamente imposible de predecir en cuanto el efecto del impulso".

 

Por tanto, lo que caracteriza la reflexión no es solo el pensar sino el aprender a sostener, lo que pone especial incidencia en el observar, en la atención o en la concentración. Y a consecuencia de este sostenimiento en la conciencia el resultado es distinto al supuestamente esperable. Se debe a este sostén que sabemos que la tierra no es plana, que la tierra no es el centro del universo, que da vueltas alrededor del sol, que no fue creada en siete días, y que la diversidad biológica de hoy no es la misma que la de hace millones de años, etcétera.

 

3. DISCRIMINACIÓN, RELACIONES Y DISCORDIA.

 

Con todo lo dicho, ahora podemos ver que la conciencia nos permite reflexionar sobre la existencia, entendida la existencia como la toma de conciencia de sí mismo y el exterior (primera separación), así como de sus relaciones, y entendida la reflexión como el proceso de sostener los contenidos en la conciencia, lo que nos permite ahondar sobre los contenidos de nosotros mismos, sobre los del exterior y sobre sus relaciones. Y, en este sentido, y como una gran tendencia del conocimiento humano, la reflexión se ha utilizado para discriminar las “cosas” existentes y, mediante su análisis, convertirlas en “objetos” existentes, es decir, pasar de ser entidades a entidades sujetas de conocimiento. El lenguaje, herramienta fundamental en el desarrollo del conocimiento, ha tenido mucho que ver con la discriminación, pues el lenguaje nos permite dar nombre a las cosas, que es una forma de discriminarlas y de hacerlas objeto de conocimiento. Cuando paseamos por el bosque miramos e identificamos árboles (y tipos de árboles), matorrales (y tipos de matorrales), plantas (y tipos de plantas), flores (y tipos de flores), etcétera. De la misma forma que de un árbol, una planta o una flor identificamos partes. Por ejemplo, de una flor identificamos el tallo, el cáliz y la corola, los pétalos, los sépalos, los estambres, el pistilo, etcétera.

 

Dar nombres es diferenciar, que es parte fundamental del conocimiento. Justamente diferenciar es lo que también nos permite después analizar y establecer las relaciones entre los objetos discriminados. En biología, por ejemplo, hablamos de un ecosistema para definir las relaciones entre las especies y de éstas con su entorno abiótico.

 

El desarrollo de la conciencia y su capacidad, a través de la reflexión, para permitirnos transformar el mundo en objeto de conocimiento parte, a su vez, de algo que está relacionado con la separación y que podemos llamar como una discordia fundamental, y de la que el drama bíblico del paraíso, como metáfora, es un buen ejemplo de ello. La adquisición de conocimiento fue acompañada de la expulsión del Jardín del Edén. Encontramos una versión más moderna de esta discordia en el psicoanalista Jacques Lacan, a la que él llama discordia primordial en su conocido artículo “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je),  y donde la adquisición de la conciencia va unido el malestar de un nacimiento que se califica de embriológicamente prematuro:

 

Pero esta relación con la naturaleza está alterada en el hombre por cierta dehiscencia del organismo en su seno, por una discordia primordial que revelan los signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales. La noción objetiva del inacabamiento anatómico del sistema piramidal, como de ciertas romanencias humorales del organismo materno, confirma este punto de vista que formulamos como dato una verdadera prematuración específica del nacimiento en el hombre.[iv]

 

En otro artículo Lacan relaciona esta discordia con el conocimiento en su vertiente tecnológica y, es más, con el poder:

 

Efectivamente, esta fijación formal que introduce cierta ruptura de plano, cierta discordancia entre el organismo del hombre y su Umwelt [Ambiente], es la misma condición que extiende indefinidamente su mundo y su poder, dando a sus objetos su polivalencia instrumental y su polifonía simbólica, potencial también de armamento.[v]

 

Conocimiento, tecnología y poder, tres facetas a través de las cuales el ser humano intenta apaciguar esa discordia que le habita, esa discordia experimentada como falta o carencia. Sin embargo, la historia nos muestra que esta búsqueda, por decirlo de algún modo, siempre hacia delante, siempre más allá, se convierte en una búsqueda sin límite ni sin fin. Una búsqueda que Walt Whitman describió muy acertadamente en su “Canción enigmática”:

 

 

 Aquello que se esquiva de este poema y de cualquier otro

                                    poema,

                            inadvertido por el oído más fino, sin forma para los ojos más

                                    penetrantes, o para la inteligencia más sagaz,

                            que. no es ni ciencia, ni fama, ni felicidad, ni riquezas

                            y, no obstante, es el latido incesante de todos los corazones y

                                    de todas las vidas del mundo,

                            que tú y yo, y todos, perseguimos siempre sin alcanzarlo,

                            manifiesto pero secreto, lo real de lo real, una ilusión,

                            sin coste, otorgado a todos, sin que hombre alguno lo posea,

                            que los poetas se esfuerzan en vano por ponerlo en verso y los

                                   historiadores en prosa,

                            que ningún escultor ha esculpido jamás, ni lo ha pintado pintor

                                    alguno.

                            que ningún cantor lo ha cantado nunca, ni lo ha expresado

                                    orador ni actor alguno,

                            lo invoco aquí y lo solicito para este canto.

 

                            ¡Cuánto ardor por ello!

                            ¡Cuántos navíos han zarpado y zozobrado por ello!

                            ¡Cuántos viajeros salieron de su casa para no regresar jamás!

                            ¡Cuántos genios lo arriesgaron todo y se perdieron por ello!

                            ¡Que incalculables reservas de belleza y de amor se han

                                    aventurado por ello!

                            ¡Cómo todos los hechos más sublimes, desde el comienzo de

                            las edades, pueden atribuirse a ello - y podrán ser

                            atribuidos a ello hasta el fin!

                            ¡Cómo todos los martirios heroicos vienen de ello!

                            ¡Cómo ello justifica todos los horrores, males, contiendas de la

                                    tierra!

                            Cómo sus llamas vivas, ondulantes, fascinadoras, han atraído

                            en todas las épocas y en todos los países las miradas de

                            los hombres,

                            opulentas como una puesta de sol en la costa de Noruega,

                            como el cielo, las islas y los peñascos

                            o las luces boreales de medianoche, silenciosas, intensas,

                                    inaccesibles,

                            acaso sea este el enigma de Dios, tan vago y sin embargo tan

                                    cierto,

                            para el alma y el universo visible,

                            y el cielo al fin para él.[vi]

 

 

O que Oliver Stone pone en boca de Alejandro Magno en su película, cuando a la propuesta de su amigo Ptolomeo de dejar atrás más conquistas y que vuelva a Babilonia, el rey macedonio le contesta: “Si, tengo Babilonia... Pero con cada tierra, con cada frontera que atravieso se me escapa otra ilusión. Siento la que la muerte será la última. Y aun así busco con fuerza una y otra vez poder alcanzar este hogar. Continuamos adelante Ptolomeo, hasta encontrar un final.”

 

4. LA ALTERNATIVA DE LA CONTEMPLACIÓN.

 

Sin embargo, la reflexión no es la única posibilidad de sostenimiento de contenidos en la conciencia que ésta nos permite. Junto a la reflexión, también disponemos de la contemplación. Para empezar, diremos que contemplar, en el diccionario, nos presenta dos significados:

 

1. Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad.

2. Reflexionar serena, detenida, profunda e íntimamente sobre la divinidad, sus atributos y misterios de la fe.

 

Si vamos a su etimología, ésta consta del prefijo cum (estar juntos, en compañía de) y la palabra templum, que significa espacio o lugar sagrado. Es decir, estar juntos con un espacio sagrado.

 

La contemplación a la que yo me refiero tiene que ver justamente con captar esta dimensión de aquello que, en un sentido amplio, llamamos sagrado, ya como manifestación de lo divino, del misterio, del tao, del sentido, o de cómo se le quiera nombrar. Esta participación en lo sagrado, a través de la contemplación, es justo todo lo contrario de la separación y discriminación de la reflexión, de hecho es un retorno a la unidad desde la conciencia. Es la impresión que Jung nos transmite en su relato de su experiencia en Kenia. De repente, él, a través de la conciencia, formaba parte ”del silencio del eterno principio, el mundo tal y como siempre había estado, en el estado del no ser; ya que hasta hace poco nadie existía que supiera que se trataba de este mundo”. La conciencia nos permite pasar del estado del no ser al ser, a la existencia. Es un misterio que Lao Tzé describe con claridad en su Tao Te King cuando dice:

 

 

El sentido que puede expresarse

no es el SENTIDO eterno.

El nombre que se puede pronunciar

no es el nombre eterno.

El «No ser» es el comienzo de Cielo y Tierra,

y el «Ser», la Madre de los seres individuales.

El camino del No ser

lleva a contemplar la maravillosa esencia,

el del Ser, a contemplar los espacios limitados.

Originalmente, ambos son uno,

su única diferencia radica en su nombre.

La unidad de ambos se llama misterio.

El enigma más profundo del misterio

es la puerta por donde entran todas las maravillas.[vii]

 

 

A diferencia de la reflexión, la contemplación nos devuelve a esa impresión del misterio y de lo sagrado. En lugar de dar una respuesta sentimos que de algún modo la recibimos como una impresión de participación en una unidad que recorre la diversidad del mundo, algo que Lévy-Bhrul llamó participación mística. La impresión que nos relata Jung en Kenia es justamente ese retorno y participación de la conciencia en esta unidad, eso que Lao Tzé nos dice como: Originalmente, ambos son uno, [el no-ser y el ser] / su única diferencia está en el nombre. / La unidad de ambos se llama misterio. Dado, como decíamos antes, que la reflexión, desde su capacidad de responder, ha estado vinculada al conocimiento, a la tecnología y al poder, estas tres actividades han favorecido la separación del ser humano de la naturaleza, mientras que la pasividad receptora de la contemplación favorece nuestro regreso a ella. Decía también Jung: "desde tiempos inmemoriales siempre estuvo dotada la naturaleza de alma. Ahora, por primera vez, vivimos una naturaleza desanimada y desmoralizada".[viii]

 

5. EL LENGUAJE DE LA CONTEMPLACIÓN.

 

Es también por estas características que el lenguaje con el que se expresa la contemplación es distinto al de la reflexión. Mientras que este último es el lenguaje propio de la filosofía, la ciencia y la tecnología, tratándose por tanto de un lenguaje objetivo y estructurante propio del pensamiento racional y lógico, el lenguaje de la contemplación se aproxima más a una dimensión subjetiva e irracional de la percepción sensitiva e intuitiva que le aproxima a un tipo de expresión más propio de ciertas manifestaciones del Arte porque, inevitablemente, la contemplación pone en juego el encuentro de lo externo objetivo con la subjetividad de quien lo observa . La reflexión está en el servicio del conocimiento de las cosas, mientras la contemplación lo está del alma de las cosas.

 

En la película Van Gogh en las puertas de la eternidad (Julian Schnable, 2018) podemos observar esta diferente forma de sostener los contenidos en la conciencia en las posiciones que toman sobre la obra artísticas Gauguin y Van Gogh. Dice Gauguin:

 

Deberías planificar tus cuadros, qué prisa hay. Trabaja con calma, poco a poco... pintas deprisa y después repintas. Tu superficie parece hecha de arcilla, es más escultura que pintura [...] Sólo digo que mires hacia adentro [...] Sólo te pido que pienses cómo se asentará la pintura en el lienzo. Que controles lo que haces. Deberías trabajar en interiores.

 

Gauguin postula la preeminencia de planificar, pensar, asentar y controlar. Nada más lejos de dónde surge el arte de Van Gogh, que le responde:

 

Cada pintura debe hacerse tal y como se concibe... Los cuadros hay que hacerlos deprisa [...] Yo no invento la imagen, no necesito inventar una imagen porque la puedo encontrar en la naturaleza, sólo la he de liberar [...] He pasado mi vida sólo en una habitación, necesito salir y trabajar para olvidarme de todo, para estar fuera de control, necesito entrar en estado febril, por algo se llama el acto de pintar.

 

Por tanto, ¿qué diferencia observamos entre ambas posiciones? Obviamente, la de Van Gogh no es reflexiva como la de Gauguin. Cuando Gauguin pinta sobre el lienzo la imagen ya la tiene en la cabeza, en el cerebro –como él mismo dice–, ya se ha elaborado en su interior. De forma opuesta, para Van Gogh, el lienzo es la superficie real de reflexión. La superficie que se coloca entre la imagen observada y el efecto de su sostenimiento en la conciencia de Van Gogh, convirtiéndose así en el lugar de elaboración donde el mundo externo y el mundo interno del pintor coinciden. Es la superficie en la que se sostiene la imagen observada y el efecto de su sostenimiento contemplativo en el pintor, y donde, finalmente, se elabora desde una perspectiva donde el alma del objeto y el alma del creador se encuentran con el objetivo, como dice el pintor, de “liberar” la imagen, o yendo más lejos, de liberar el encuentro del alma de la imagen y la del creador. Es por este motivo que cuando contemplamos la pintura de Van Gogh se hace tan clara su propia impresión cuando dice: “Cuando miro a la Naturaleza, veo con más claridad el vínculo que nos une a todos. Una energía vibrante que habla en nombre de Dios.”

 

Es la misma impresión que se tiene cuando se leen los últimos poemas de Hölderlin, los conocidos como poemas del entenebrecimiento. Los poemas de Hölderlin nos sugieren que "el sentido" requiere distancia, una distancia que, a su vez, y paradójicamente, nos aproxima a él. Sólo esa distancia nos ofrece la mirada del sentido desde el mundo contemplado como un cuadro, como un Todo. Y esa mirada que acontece del cuadro nos hace sentir este íntimo sentido en nosotros mismos y de nosotros mismos con el mundo y, de repente, aunque de lejos, nos incluye en el cuadro. Sólo esa lejanía nos acerca al ritmo del sentido que nos marca con la mirada:

 

Los días van pasando con brumos de dulces brisas,

Cuando con las nubes esparcirían campos magníficos,

El valle extremo alcanza crepúsculos de montañas,

Donde gorga abajo el hilo del río se trenza.

 

Del bosque se ve extendida alrededor las sombras,

Allí donde el torrente también se cuela,

Y se ve la imagen del lejano en las horas,

Cuando el hombre ha encontrado sentido en ella.[ix]

 

Es algo que el filósofo Jean Luc Nancy capta tan bien en su libro sobre el poeta cuando escribe:

 

El hombre no habita el cielo, donde todo no tiene distancia. Sin embargo, tiene el cielo delante de él, cuya evidencia lo mide. Y lo que se arriesga poéticamente es a volverse hacia él con sus "pupilas en alerta", una mirada exacta, infinita, en el momento preciso, en el momento perfectamente calculado: en cualquier instante, ya que él es el instante de tal cálculo:

 

                                                   Y, si puedes, dirige hacia esa luz

                                                   ¡Tus ojos, a la luz que lo ve todo!

 

La mirada exacta no se apropia de la visión. La mirada mira lo que la ve, desde cada vez más lejos a la unidad de todo. La mirada toca ese deslumbramiento, su inminencia, su tráfico ínfimo, inaprehensible, nunca seguro y, sin embargo, tan claro y real.[x]

 

O que también Lacan formula en su seminario de los “Cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, cuando nos dice:

 

No soy simplemente ese ser punctiforme que determina su ubicación en el punto geometral desde donde se capta la perspectiva. En el fondo de mi ojo, sin duda, se pinta el cuadro. El cuadro, es cierto, está en mi ojo. Pero yo estoy en el cuadro.

 

Lo que es luz me mira y, gracias a esta luz, en el fondo de mi ojo algo se pinta - que no es simplemente la relación construida, el objeto sobre el que el filósofo se demora - sino impresión, chorro que mana de una superficie que no está para mí, de antemano, ubicada a distancia. Esto hace intervenir lo que está elegido en la relación geometral – la profundidad de campo, con todo lo que presenta de ambiguo, de variable, de no dominado por mí en absoluto. Ella es más bien la que se apodera de mí, la que me pide en cada instante, y hace del paisaje algo diferente a una perspectiva.[xi]

 

Y también, por último, podemos destacar las palabras de Heidegger sobre el poeta:

 

Para el ánimo tranquilo y feliz del poeta, tanto tierra y cielo como los dioses escondidos en lo sagrado, todo está presente en el conjunto de la naturaleza que se levanta y surge originariamente. Ella aparece en el poeta bajo la forma de una luz especial.

 

[...] Esta luz es esa misma claridad que en la mencionada capacidad de devolver los rayos de luz o reflejar la aparición, es decir, en la fuerza de reflexión, otorga a todo lo que viene a la presencia la claridad de la presencia.[xii]

 

Impresiones similares podemos encontrar en poetas como Walt Whitman, en especial en su última época. También en Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Fernando Pessoa, en Henry David Thoreau, etcétera.

 

El lenguaje con el que se expresa el contemplativo también lo podemos considerar el retorno de lo que podemos llamar reflexión contemplativa, y que es el retorno que hace lo que contempla de lo contemplado bajo una forma en la que, como ya hemos dicho, se une el hecho objetivo con la experiencia subjetiva dentro de este campo de unidad que se da entre el alma de lo contemplado y el alma de lo que contempla.

 

6. REFLEXIÓN INTERPRETATIVA Y REFLEXIÓN CONTEMPLATIVA.

 

Vemos pues que la reflexión la podemos ejercer desde dos puntos de vista distintos. La reflexión interpretativa, propia de lo que Jung llamó "instinto cultural", y la reflexión contemplativa, a la que podemos considerar más propia de un "instinto espiritual". También podemos ver en ambos estilos de reflexión una polaridad, dos estilos opuestos, pero que como todos los opuestos se necesitan. Necesitamos el conocimiento discriminante, así como necesitamos el conocimiento integrativo, uno y otro se complementan. El primero intenta comprender el funcionamiento del Mundo mientras el segundo intenta responder a la Unidad que envuelve la diversidad. El primero intenta ser objetivo, mientras que el segundo sólo puede ser subjetivo. El primero busca e indaga, es incisivo, el segundo contempla y escucha, es pasivo. El primero interpreta, el segundo siente. Los dos nos complementan pues el segundo intenta responder a lo que en el primero no llega: el misterio de la existencia. La experiencia de ese misterio es el límite de la experiencia del conocimiento racional y lógico.

 

Cuando en su Tractatus Witgenstein, en su última y tan repetida proposición nos dice: "De lo que no se puede hablar, es mejor callar", lo que nos está diciendo es que éste es el límite del análisis del conocimiento lógico-racional. Sin embargo, también nos está diciendo que, más allá de ese límite hay más, un más que está fuera del alcance de ese conocimiento. Son, en este sentido, significativas algunas proposiciones anteriores en las que nos dice:

 

6.44. No como sea el mundo es lo místico, sino que sea.

6.45. La visión del mundo subspecie aeterni es su visión como un todo limitado. El sentimiento del mundo como un todo limitado es lo místico.[xiii]

 

Y dice en otras dos proposiciones:

 

6.521. La solución al problema de la vida se nota en la desaparición del problema. (No es ésta la razón por la que personas que después de largas dudas llegaron a ver claro el sentido de la vida, ¿no pudieran decir, entonces, en qué consistía ese sentido?)

6.522. Lo que es inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico.[xiv]

 

Wittgenstein dice algo que se deduce de las palabras de Jung en Kenia: “Era el silencio del eterno principio, el mundo tal y como siempre había estado”, en el estado del no ser. Ciertamente, el silencio es también una calidad de la reflexión contemplativa, la calidad que está más allá del lenguaje mediante el cual “las personas que después de largas dudas” han intentado aproximar su experiencia subjetiva. Silencio, que etimológicamente viene del latín silentium, que significa estar callado, hace referencia al silencio no tan externo, sino al silencio interno que debemos hacer nosotros, un silencio para no perturbar la actitud contemplativa, un silencio que forma parte de esta actitud. Un silencio que predispone a la escucha, que viene también del latín auscultare, que significa poner la oreja, y que en algunas versiones se puntualiza como la actitud de inclinarse por poner la oreja. Y al respecto, escribía en la introducción de un libro mío de poesía, precisamente titulado Poesía Callada en referencia a su fuente inspiradora, la Música Callada del compositor Fredèric Mompou:

 

Y esta inclinación me parece fundamental, dado que conlleva una actitud de humildad: me dispongo a escuchar sin saber exactamente si hay algo que escuchar.

 

Esta actitud de callar y escuchar es en soledad, y de ahí la soledad sonora, porque callado, inclinado con la oreja puesta, y escuchando como un radiotelescopio enfocado a la inmensidad del Universo, se reciben, de vez en cuando, impresiones que interiorizadas y reflejadas en el alma llevan a una intuición de sonidos o de palabras por las que se manifiesta el misterio, aunque de forma siempre huidiza.[xv]

 

Sólo esa contemplación silenciosa, y humildemente a la escucha, tiene esa calidad de impacto del misterio, un impacto en la conciencia que nos devuelve al sencillo lugar, y a la vez sorprendente, dentro de la existencia. Un impacto que, a modo de ejemplo, podemos ver en la adaptación de la novela Contact, de Carl Sagan, llevada al cine con el mismo título por Robert Zemeckis. En un momento de la película, y ante el espectáculo cósmico que observa la astronauta Arroway, lanzada a los espacios en una nave diseñada por los extraterrestre dice que debía haberse enviado un poeta para describir todo lo que ve. Yo también lo creo, sólo un poeta puede captar ese indefinible, ese misterio, ese "algo que no conozco", ese continente que, en palabras de Jung, es una base sobre la que se existe. Sólo un poeta puede aproximar la palabra, con todos sus límites, al sentimiento que acompaña a esta percepción e intuición de solidez que Jung describe. Su experiencia la ubica en la existencia, y así dice haber obtenido "una visión del Universo que nos dice, sin la menor duda, lo diminutos e insignificantes, y lo raro y preciosos que somos".

 

Sólo la reflexión contemplativa puede moderar el riesgo de la reflexión interpretativa, en especial de su dimensión más soberbia y dominante, que la puede hacer llegar a creer que el ser humano y su poder está por encima de la Naturaleza.

 

 

NOTAS.



[i] Jung, C. G. Recuerdos, sueños, pensamientos. Ed. Seix Barral, pág. 418

[ii] Ver Nota 1, págs. 300 i 301

[iii] Jung C. G. Determinantes psicológicos del comportamiento humano en La dinámica de lo inconsciente. OC 8. Editorial Trotta, par.241

[iv] Lacan, Jacques. Escritos 1. El estadio del espejo como formador de la función del yo [je]. Siglo XXI Editores, pág. 102

[v] Ver Nota 4. La agresividad en psicoanálisis, pág. 116

[vi] Whitman, Walt. Hojas de hierba. Traducción Francisco Seguí, Editors, S. A.

[vii] Tzé, Lao. Tao Te King(Versió de Richard Wilhelm). Edhasa. Passatge 1

[viii] Jung, C. G. Después de la catástrofe (1945). Civilización en transición. OC-10. Ed. Trotta, par. 431

[ix] Hölderlin, Friedrich. Poemes de l’entenebriment. Traducció de Manuel Carbonell. Quaderns Crema.

[x] Nancy, Jean-Luc. Lugares divinos y Cálculo del poeta. Arena Libros, pàg. 114

[xi] Lacan, Jacques. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Seminario 11. Ed. Paidós, pàg. 

[xii] Heidegger, Martin. Aclaraciones a la poesía de Hölderlin. Alianza editorial, pág. 179

[xiii] Wittgenstein, Ludwig. Tractatus Losgico-Philosophicus. Editorial Alianza, pàg. 181

[xiv] Ver Nota 13, pàg. 183

[xv] Cardona, Jaume. Poesia Callada. Edició propia, pàg. IX de la introducción.

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© Jaume Cardona Costa, 2022

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